CAPÍTULO 4
Bueno, este viernes Leo se ha venido a dormir a mi casa. Hemos pasado gran parte de la noche hablando sobre el posible pasado oscuro de Claudia, para que se halla venido a vivir aquí. En realidad yo no he podido parar de pensar en sus ojos desde que le di la espalda a su casa cuando la dejé allí. Espero que sea algo temporal; la novedad de la chica nueva. No quiero enamorarme, no ahora. Justo cuando me quedan dos años largos para pirarme de este maldito pueblo. Leo se ríe de mí, cuando hablo de ella, y le digo mis suposiciones siniestras. Dice que como siga hablando de ella me voy a terminar por enamorar...
Tiene razón, como siga hablando me voy a enamorar. No, no y no. Cambio de tema, y hablamos de otras cosas.
El sábado por la mañana vamos a jugar al fútbol con los chicos del instituto. Pero vuelve a llover, y tenemos que volver a casa. Leo ha quedado con Ali, y yo no quiero molestarlos, por lo que me vuelvo a casa. Decido investigar sobre la casa de Claudia.
Introduzco el nombre de mi pueblo en Google, y entro en la página del periódico local. Busco muchos años atrás, y apenas hay sucesos extraños. Pero cuando ya me voy a dar por vencido, encuentro algo relacionado con la casa. Parece que hace unos ciento-cincuenta años, alguien había escrito en las paredes extraños símbolos. No se sabía quién lo había hecho, y los propietarios se mudaron a la ciudad asustados de aquel suceso. La casa no había sido habitada desde 1861, y nunca había estado en venta. Decían que la casa estaba "poseída".
Estuve toda la tarde comiéndome la cabeza sobre la casa, y ya el domingo por la mañana he ido a ver a Claudia.
Me presento en casa de Claudia con una cesta de bienvenida que le he dicho a mi madre que hiciese. Cuando me abre la puerta un hombre alto y delgado de pelo negro, supongo que es el padre de Claudia. Le digo que traigo una cesta de bienvenida, y que conozco a Claudia. EL hombre sonríe, coge la cesta y me deja pasar a la casa. Llama a Claudia, y baja por las escaleras. Yo me quedo sorprendido mirando la casa. Está nueva, no como la última vez que entré. Claudia me sonríe, y me saca fuera de la casa.
-Ven-me dice llevándome al jardín trasero de su casa. Todo está verde, hay un laberinto de setos altos, césped oscuro, unas mesas de piedra, y grandes árboles. Ya la casa no parece siniestra.
Nos sentamos en el césped, y ella no para de mirarme.
-¿Cómo que has venido?-me pregunta.
-Os he traído una cesta de bienvenida, y de paso te saludo-miento un poco, porque en realidad estoy aquí para averiguar cosas sobre ella, y sobre la casa.
Parece mirar más allá de mí, como si me traspasase. Entorna los ojos y vuelve a sonreírme.
Ahora ella parece distinta a la chica tímida del viernes. Sonreíe, y la camiseta ancha y desgastada de los Rolling Stones le da otro tipo de personalidad que yo nunca habría relacionado con ella.
Nos quedamos en silencio. Ella me mira, y yo la miro a ella. Comienzo a sentir un pequeño cosquilleo que nunca antes había sentido en el estómago. Y ahí esta ella.
-El viernes fuiste muy amable conmigo-me dice-No me conocías y me trajiste a casa, y me ofreciste la tuya. Gracias, el otro día no te las di.
-No fue nada-digo sonriendo.
Volvemos al silencio. Solo se escucha el susurro de las hojas de los árboles mecidos por el viento. Se nota que ya refresca, y es necesario salir abrigado y con el paraguas en la mano. Nada más pensar en lluvia, el cielo se encapota, y comienza a llover con fuerza sobre nuestras cabezas. Claudia coge mi mano, y me guía hasta dentro de la casa. Me hace subir las escaleras, y me lleva a su cuarto. En el único cuarto de chica que he estado es en el de Ali, bueno, sin contar el de mi hermana.
El cuarto sigue sin encajar con ella. Todo es blanco. La cama, las paredes, los muebles... Todo. Se queda parada, y me mira fijamente.
-Eres distinto a los demás-se limita a decir.
Volvemos al silencio. Un nuevo amigo, que parece encajar a la perfección entre nosotros.
Vuelvo a casa. No sin antes recibir las gracias del padre de Claudia.
Cuando llego a casa, me doy cuenta que a lo único que he ido a casa de Claudia es a verla a ella. Creo que me estoy enamorando. Y no me importa... Es como si ella tuviese algo que los demás no tienen.
Vale, lo admito he garabateado en una vieja libreta nuestros nombres miles de veces. Pero, ¿que me pasa?
Leo viene a pasar la tarde a mi casa. Mientras jugamos a la Play, y comemos palomitas, le cuento que he estado en casa de Claudia. También le digo que la casa ha cambiado. Leo escucha con atención todo lo que digo. Cuando termino parece no creer nada de lo que digo.
-¿Has estado en su casa?-dice Leo sorprendido.
-Sí...
-Oye, tú estás enamorado.
-No. Solo es la novedad de tener a alguien distinto en el pueblo. No es amor, si no deseo.
Leo pone los ojos en blanco y sigue chinchándome con el tema de Claudia.
No se. Pero cuanto más pienso en ella más ganas tengo de besarla. No... NO puedo caer en las garras del amor.... Deseo que no llegue el lunes. Porque voy a tener a Claudia todo el día a mi lado, y eso puede hacer que me enamore del todo de ella, y ya sea imposible salvarme del amor.
¿Por qué ha tenido que aparecer Claudia en este momento de mi vida, no podía haberla conocido después? Todo tiene una explicación, el destino.
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